Uno de los rasgos distintivos de la civilización olmeca fue su escultura monumental, que se distinguió por el manejo del volumen, la simplificación de las estructuras y sus detalles, sus formas cerradas y un refinado sentido de la proporción. El tema principal del arte olmeca fue el hombre, aunque casi en la misma cantidad se representaron figuras compuestas en las que se combinan rasgos humanos y de animales, creando seres fantásticos. Sólo una minoría de esculturas son representaciones realistas de animales.
El arte escultórico de La Venta tuvo una carácter oficial y fue utilizado como un sistema de comunicación visual estructurado. Se distinguió por la repetición de temas en cada grupo, con diferencias en los detalles y en el tamaño de cada pieza. Por ejemplo, la escultura de mayor dimensión en un conjunto podría ser la más importante en la lectura del mismo. Así, en el grupo exhibido en esta en esta sala, el monumento 53 sería el de mayor trascendencia.
No se ha encontrado evidencia de un lenguaje escrito entre los olmecas que nos permitiría descifrar el significado de las obras escultóricas, tal como los jeroglíficos mayas explican las escenas de sus estelas. Sin embargo, la ubicación de las mismas en relación con la arquitectura, nos acerca a su función y al discurso oral que seguramente las acompañaba.
Este conjunto de esculturas labradas en piedra arenisca fueron encontradas sobre el edificio D-7, que limita la parte sur de la antigua ciudad olmeca en La Venta.
Son figuras antropomorfas en posición acuclillada con los brazos estirados hacia arriba tocando el gran casco que cubre la cabeza.
Se cree que este conjunto, al igual que las cabezas colosales al norte, son marcadores de los accesos principales.
La piedra fue importada de la Sierra Madre Sur a unos 100 km de la localidad.
Frans Blom y Oliver La Farge reportan una de éstas en su publicación en 1926, mientras que Matthew Stirling realiza una primera excavación en torno a éstas en 1942.