Toda la actividad humana entre los mexicas estaba impregnada por un profundo sentimiento religioso, por lo que el ritual formó parte inherente e indisoluble de la vida del hombre que quería comunicarse con sus dioses. Los rituales se celebraban conforme lo dictaba el calendario Tonalámatl y variaban en forma, contenido y duración dependiendo de la divinidad invocada. El ritual guardaba la esencia primigenia de morir para nacer; de morir para satisfacer a los dioses.
El visitante podrá conocer algunos de los objetos que formaron parte de los diversos rituales mexicas, algunos en el contexto de hallazgo, como la Ofrenda 17. Los rituales funerarios están representados con las denominadas ofrendas 10, 14, 34, 37, 39 y 44.
Otro de los temas abordados en esta sala es el ritual del autosacrificio, que consistía en perforarse ciertas partes del cuerpo, con navajillas de obsidiana, puntas de maguey o punzones de hueso. Una vez ensangrentados se colocaban en unas bolas de heno llamadas Zacatapayoli, como una ofrenda a los dioses.