Era costumbre en las casas novohispanas designar un lugar especial para la piedad. En estos oratorios domésticos se colocaba la imagen religiosa acompañada de flores, manteles, velas y otros ornatos que complementaran el lugar. Las obligaciones religiosas no se limitaban a ciertas fechas, sino que a diario se hacían distintos rezos a diferentes horas del día, que formaban parte de la rutina de los habitantes de la casa. La Iglesia recomendaba diversas oraciones y alabanzas a la Virgen María, de tal forma que muchos hombres y mujeres se encomendaban e invocaban a la Madre del Señor.
Las advocaciones marianas aluden a los dones o atributos de la Virgen María, así como a sus apariciones milagrosas. La manifestación más conocida en México es la de la Virgen de Guadalupe, que en 1531 se apareció al indio Juan Diego, y que hasta la actualidad es considerada patrona y protectora de los mexicanos.
La Virgen María es conocida con diferentes nombres, según los diversos momentos que vivió con su hijo Jesucristo, tal es el caso de la Virgen Dolorosa y la Virgen de la Piedad que recuerdan los pasajes de la Pasión de Cristo. A lo largo del país existen santuarios que se levantaron donde hubo una aparición mariana, tal es el caso de Nuestra Señora de Ocotlán en Tlaxcala; Nuestra Señora del Pueblito en Querétaro; Nuestra Señora de Itzamal en Yucatán y Nuestra Señora del Patrocinio en Zacatecas.