Consolidada la conquista militar de la gran Tenochtitlan, el mismo Hernán Cortés solicitó al monarca Carlos I de España que enviara misioneros a evangelizar a los naturales. Al principio llegaron tres franciscanos de los cuales sólo sobrevivió fray Pedro de Gante. Posteriormente fueron enviadas tres órdenes religiosas que llevaron a cabo un plan de catequesis sistemático: doce franciscanos arribaron a México en 1524, encabezados por fray Martín de Valencia; dos años después, en 1526, fray Tomás Ortiz venía al frente de doce dominicos y por último, en 1533, desembarcaron en Veracruz ocho frailes agustinos.
Estos frailes y los que les sucedieron iniciaron la catequesis de las poblaciones indígenas más numerosas del centro de la Nueva España. Para facilitar su trabajo, congregaron a los indígenas alrededor de los conventos que construyeron a lo largo y ancho del territorio. Estas magníficas construcciones edificadas por los indígenas y dirigidas por los frailes, se convirtieron en los ejes alrededor de los cuales giraba la vida diaria de estos pueblos.
Aquí se exhiben ejemplares de la escultura de pasta de caña a través de Cristos crucificados, y mosaicos de plumaria, los cuales actualmente se encuentran en bodega de obra, ya que se está trabajando en una propuesta de conservación preventiva de la sala.