De planta rectangular, este coro ostenta una serie de nichos para esculturas o relicarios y, al fondo, un altar de estilo neoclásico. Sobre la reja, que corre de muro a muro bajo el arco toral, se aprecia una inmensa celosía de madera labrada y calada en forma de “abanico” que llena el medio punto. Era común que este tipo de celosías fueran de hierro forjado o, incluso, que tuvieran relieves de plata. Generalmente, un gran lienzo cubría el medio punto con alguna imagen al óleo, a cuyos lados iban los calados de madera. En el caso de este convento, había una reja más sencilla que la del coro bajo, pero cubierta de igual forma con mamparas de tela que permitían a las monjas ver el oficio de la misa desde el interior.
Los coros eran parte esencial en los templos de monjas: la vida misma del convento comenzaba en ellos. En el coro alto se iniciaba el Oficio Divino con las oraciones en la prima –la primera hora del nuevo día. Las religiosas, en comunidad se acomodaban en sillas o bancas dispuestas perimetralmente. Durante el resto del día iban y venían a este sitio para continuar sus rezos de acuerdo con la liturgia de las horas.