Pieza
Sor Juana Inés de la Cruz
Tenorio, Antonio
1878
Óleo sobre tela


Alto: 42 cm
Ancho: 28 cm

Sor Juana Inés de la Cruz
INAH-Museo Nacional del Virreinato

Poetisa y pensadora singular de la Nueva España, sor Juana Inés de la Cruz ha sido considerada como una de las voces más importantes de la literatura barroca; sus escritos han transcendido las fronteras territoriales y temporales. Llamada por sus contemporáneos "prodigio de las Indias", "fénix de la erudición" y "la décima musa", Juana de Asbaje nació en San Miguel Nepantla, estado de México, el 12 de noviembre de 1651. Según testimonio de ella misma, a los tres años de edad aprendió a leer, y a los ocho su fama se extendió hasta la capital virreinal, debido a una loa compuesta en honor del Santísimo Sacramento. En su adolescencia ingresó a la corte como una dama de compañía de la virreina marquesa de Mancera, quien supo motivar el desarrollo intelectual de la joven poetisa. Más tarde, en 1667, optó por la vida conventual e ingresó a la orden de carmelitas de san José, sin embargo, su salud resintió la regla tan austera de las monjas y decidió entrar al convento de san Jerónimo, donde profesó en el año de 1669. En la clausura conventual, sor Juana no perdió contacto con la vida social e intelectual de la Nueva España. Entre otros textos, hacia 1680 escribió el famoso arco triunfal "Neptuno alegórico" para recibir a los virreyes condes de Paredes. Estos se convirtieron en sus protectores y apoyaron y promovieron su talento artístico. En 1689 la virreina editó el primer volumen de su obra bajo el título de Inundación castálida. Años después, y frente a las constantes críticas y presiones de su confesor, el padre Núñez de Miranda, así como el arzobispo Aguiar y Seijas, quienes cuestionaban su vocación intelectual y dedicación a los temas mundanos de la vida, sor Juana se desprendió de su extensa biblioteca, que alcanzaba los 4000 volúmenes. Un año después, el 17 de abril de 1695, y tras meses de dedicación a la vida religiosa y de penitencia, sor Juana murió contagiada de una grave epidemia mientras cuidaba a unas religiosas enfermas en el convento. Su vasta obra religiosa y profana, que incluye loas, villancicos, autos sacramentales, poesía y prosa, ha sido motivo de numerosos estudios y se ha editado desde el periodo colonial hasta nuestros días. Destacan, entre otras: Carta atenagórica, El divino Narciso, Los empeños de una casa, Respuesta a sor Filotea de la Cruz, y su famoso poema Primero sueño.

El pintor de este óleo del siglo XIX se basó probablemente en los retratos de sor Juana realizados en el periodo colonial, de los cuales destacan los ejecutados por Juan de Miranda (1713) y Miguel Cabrera (1750), para representar a la monja jerónima de busto, sobre un fondo de color café, de tres cuartos de perfil izquierdo y con la mirada hacia el espectador. Su rostro joven refleja, como otras imágenes de la poetisa, calma y profundidad. Viste el hábito de la orden jerónima, con escapulario y velo negro. Sobre su pecho destaca un enorme medallón con la escena de la Anunciación; sobre el hombro izquierdo lleva un rosario.

Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz. Las trampas de la fe.

Marie Cécile Benassy-Berling, Humanismo y religión en sor Juana Inés de la Cruz.

Margo Glantz, Sor Juana Inés de la Cruz. ¿Hagiografía o autobiografía?

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