Opinión de un experto
INFLUENCIA DE LA CULTURA CHINA

Entre los siglos VI y VIII, correspondientes a los períodos Asuka y Nara, los japoneses incorporaron elementos de la cultura china en todos los ámbitos, desde la organización política, económica y social, hasta las costumbres y expresiones artísticas. Destaca la adopción de la escritura china, con la que registraron sus primeros documentos históricos.

Japón instauró el sistema centralizado del gobierno imperial chino; a partir de entonces, los períodos históricos tomaron el nombre de la ciudad sede del poder. También instituyó el budismo, proveniente de China a través de Corea, como religión oficial. Se erigieron numerosos templos, monasterios y esculturas e incorporaron ceremonias budistas en la música y danza de la corte.

Una de las artes más valoradas por los chinos ha sido la caligrafía, que en Japón se convirtió también en un objeto de culto. Durante siglos, el carácter y ascendencia de una persona se juzgó por su manejo del pincel. Así, la habilidad para escribir con signos chinos –kanji- y componer poemas fue el toque distintivo de la elite educada. Ello contribuyó a que los poetas más sobresalientes fueran inmortalizados en antologías ilustradas.

Danzas rituales

En el año 612, se introdujeron de China y Corea las danzas con máscaras gigaku, interpretadas en procesiones budistas. Más tarde, fueron sustituidas por el bugaku, danzas rituales en la corte imperial, también de origen chino y coreano. Ejecutadas desde el siglo VIII, son acompañadas por música gagaku.

Algunas danzas incluyen a guerreros con lanzas y sables; otras combinan creencias nativas y budistas, como la Danza de las mariposas, donde el alma del individuo toma forma de mariposa para anunciar su separación del cuerpo.

Las danzas bugaku se caracterizan por su vistoso vestuario, sus expresivas máscaras y solemnes pasos acompañados por el gran tambor –dadaiko- ornamentado con motivos solares y de animales míticos. Estas danzas se representan en ritos de consagración en templos budistas y en ceremonias dedicadas al emperador y a las deidades.

Edad de Oro de la cultura clásica japonesa

Entre los años 794 y 1185, durante el período Heian, la capital se estableció en el actual Kyoto, sede del palacio imperial hasta 1868. Entonces, floreció una distintiva cultura y uno de sus signos más evidentes fue la creación de un sistema complementario para escribir el japonés, por pertenecer a una familia lingüística diferente del chino, cuya escritura se había adoptado.

Los dos nuevos tipos de silabarios o kana fueron un medio de expresión para las damas de la corte; sus relatos, diarios y poemas describieron el lujo, elegancia, refinamiento artístico y social que caracterizaron a la nobleza. Sobresale la novela Genji Monogatari–La historia de Genji–, obra maestra de la literatura universal escrita por Murasaki Shikibu.

También surgió un estilo de pintura secular -yamato-e, así como un formato que puede combinar textos e ilustraciones para narrar acontecimientos en rollos horizontales llamados emakimono. Sus temas centrales fueron pasajes de la novela Genji Monogatari, o bien gestas de célebres batallas e historias de destacados monjes. Estas obras fueron un medio adecuado para difundir las enseñanzas budistas.

Fujiwara no Kinto seleccionó 36 poemas de 36 sílabas, waka, de 36 célebres poetas. La serie original ilustrada en el siglo XIII, estaba dividida en dos rollos horizontales o emakimono. En el siglo XVII se separó en pinturas individuales, como la aquí exhibida, que muestra a Fujiwara no Nakafumi (923-992) con su poema:

Aguardando en el atardecer a que la luna surgiese y esparciese su luz,
la noche en la que transcurren mis días ha alcanzado una tardía hora.*

* Traducción libre.

Genji Monogatari

Murasaki Shikibu escribió, a principios del siglo XI, la novela Genji Monogatari. A través de la vida y los romances del príncipe Genji, la autora recrea las costumbres e intrigas de una nobleza ajena a lo que sucedía en el mundo exterior. Narra con detalle y sutileza el refinamiento y buen gusto de la corte. Son particularmente interesantes las descripciones sobre la vestimenta acorde con las estaciones del año. También llaman la atención las continuas referencias al budismo, presente tanto en las ceremonias como en la noción de lo efímero que tiñe de melancolía los acontecimientos. Además, la obra se caracteriza por su evocador lenguaje, intercalado con 800 fragmentos de poemas que acentúan lo estético de la narración.

La novela contiene 54 capítulos que fueron ilustrados, un siglo después, en veinte rollos, de los cuales solo se conservaron cuatro. A lo largo del tiempo, ha sido fuente de inspiración artística.

Los cuatro tesoros del artista:
Pincel, tinta, tintero y papel

El yatate, “apoyo para flecha”, es un tintero portátil que incluye un mango para colocar el pincel y un contenedor para la tinta. Esta última resulta al mezclar cenizas de pino, aceites y adhesivos; las barras que se obtienen deben ser diluidas con agua en recipientes de piedra al momento de emplearse o aplicar la tinta en el papel de arroz.

Antes de que el yatate fuera inventado en el siglo XIII, todos los artículos para escribir eran portados por los guerreros en el carcaj. Si bien, al principio fue para uso exclusivo de los samurai, el yatate se popularizó en el período Edo (1603-1868), incluso como accesorio del cinto.

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