Una de las prácticas religiosas de las que se acusó a los chamanes de la península fue la de idolatría, considerada durante el Virreinato maligna y pecado mayor, pues se decía que estaba vinculada con el demonio. Las estatuillas indígenas que se exhiben en el museo son evidencia material de las tradiciones religiosas de los grupos de cazadores recolectores del área de Loreto y San Bruno, lo cual formaba parte de su repertorio temático de lo sagrado, dado que constituían un objeto de culto utilizado en rituales relacionados con lo que se consideraba se concebía como la presencia de espiritualidades mayores. Como objeto de culto, las estatuillas se guardaban con mucho celo en lugares secretos, de donde se las traía para ceremonias especiales de carácter calendárico, es decir planeadas con anticipación de acuerdo con las observaciones de la bóveda celeste. Muchas de estas piezas de culto, elaboradas con materiales pétreos, fueron destruidas por los misioneros jesuitas junto con la mayor parte de los objetos mágicos que utilizaban los chamanes. En este caso las piezas adquieren mayor relevancia, porque se salvaron de aquella destrucción y ahora dan constancia material de lo que expresaba el pensamiento de las primeras culturas indígenas de la Baja California. Entre el repertorio temático de las representaciones que hacían los chamanes, se encontraban las danzas y los cantos que durante varios días, con sus noches, se realizaban en los lugares sagrados de su pertenencia. Por lo general estas manifestaciones se llevaban a cabo frente a alguno de estos ídolos, el cual representaba a una de sus deidades principales y era colocado en un altar especialmente construido para las celebraciones religiosas. Estas figuras, procedentes del norte de Loreto, son de las pocas salvadas de la destrucción.