Opinión de un experto
Tumbas de tiro

En el Colima prehispánico, los entierros funerarios y sus derivaciones resultaron de gran influencia. Un rasgo distintivo de la cultura del occidente de México fue la arquitectura mortuoria subterránea y, en específico, las tumbas de tiro. En la región colimense había un gran número de estos entierros. Su elaboración era habitual entre los grupos establecidos principalmente en las fases Ortices, Comala y Colima, ubicadas temporalmente hacia el año 500 a.C. y el periodo 500-600 d.C.

Sus características morfológicas consistían en una bóveda de medio punto o elíptica localizada bajo la tierra. Esta forma curva responde a las características estructurales que el arco ofrece a la arquitectura, consistente en repartir las cargas verticales al desplante. El acceso se realizaba por medio del tiro, túnel cilíndrico que le da nombre a estas peculiares sepulturas, el cual en ocasiones variaba por medio de escalinatas fabricadas en tepetate.

El simbolismo de las tumbas de tiro se relaciona con interiorizarse en la tierra, como un espacio que conceptualiza el inframundo para el descanso eterno del cuerpo inerte. Cada elemento se colocaba con un propósito determinado por el protocolo ceremonial que requería el paso de una entidad viva a la muerte. Gracias a las herramientas encontradas al interior, como pulidores, martillos, hachas o metates, se bosquejaba la forma de vida que mantuvo en el universo terrenal el individuo extinto, ahora postrado dentro de la bóveda.

En el periodo Clásico de Colima, específicamente en su fase llamada Comala, fechada entre 200 y 400 d.C., dichas estructuras mortuorias ostentaban gran variedad de ofrendas.

Los arqueólogos han logrado rescatar los restos óseos de las personas, acompañadas de esqueletos de perros, para las que se construyeron estos espacios. Habría que agregar las representaciones de estos animales en cerámica, con gran variedad de configuraciones, posturas y medidas, algunas complementadas con diversos enseres o modeladas en pareja, pero siempre acentuando las bondades de su factura. La presencia reiterada de perros no se debe solamente a sus funciones como alimento y compañía de los antiguos habitantes. Destaca también su desempeño como guías. Las vasijas pulidas merecen una mención aparte. Presentan acabado en color siena, así como diferentes relieves y tonos, además de estar esgrafiadas y decoradas con graficas geométricas y orgánicas. Entre muchas otras piezas de barro, el acervo se complementa con figurillas sólidas y ahuecadas que recrean tópicos antropomorfos y zoomorfos.

En paralelo se han descubierto otros enterramientos dispuestos en forma extendida. En sus cavidades se colocaban las vasijas y ollas próximas al cráneo del interfecto, acompañadas con distintas herramientas, como armas punzocortantes elaboradas en obsidiana.

Eventualmente, algunas tumbas de tiro ubicadas en los periodos Clásico Tardío y Posclásico Temprano (fases Colima, 400-700 d.C., y Armería, 700-900 d.C.). conservaban piezas con elaboradas decoraciones y vasijas distintas del resto por su escala en miniatura, junto con metates y atavíos conformados por cuentas de lítica. Además, había objetos destinados a la producción de sonidos armónicos, como silbatos y ocarinas cerámicas, junto con los instrumentos musicales de percusión hechos con hueso.

En torno a las tumbas de tiro y los ritos funerarios se encuentran amalgamadas muchas de las tradiciones de cada fase. La escultura cerámica encontrada al interior funge como un invaluable documento que nos narra, a través de un lenguaje logrado por las formas modeladas en barro, el tipo de vestimenta y los accesorios utilizados. Las tecnologías de trabajo nos dejan claras ideas de la gastronomía y confirman las actividades ceremoniales y tradiciones que los naturales encomendaban en el ritual de la muerte.

En sus salas de exposición permanente, el Museo Regional de Historia de Colima exhibe la reproducción de una tumba de tiro a escala real. El visitante puede acceder a su interior y observar de pie —desde una plataforma de cristal elevada del suelo— toda la gama de elementos rituales, vasijas, deformadores craneales, figuras caninas, chamanes, ocarinas y flautas, además de los restos óseos de dos individuos y el esqueleto de un xoloitzcuintle, el perro sin pelo, compañía en vida y guía en la muerte.

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