En la zona de monumentos arqueológicos de Calixtlahuaca, enclavada en el Cerro Tenismo, sobresale el monumento 3. Es el más reconocido por su forma circular y por mostrar sus cuatro etapas constructivas, correspondientes a igual número de ocupaciones humanas. Asimismo, es importante mencionar que en los muros de los edificios prehispánicos se incluyeron petroglifos con un sentido cultural-simbólico o religioso-ritual. Se ha podido determinar que dichos petroglifos se consideraron en las etapas constructivas primera, tercera y cuarta. Su finalidad era comunicar el resultado de un pensamiento, una observación o un acontecer único, periódico o de una actividad continua, o bien de planeación y organización. Estos grabados se hicieron en rocas integradas a estructuras arquitectónicas o al entorno.
En los años treinta, el arqueólogo José García Payón reportó la presencia de los petroglifos, muchos de los cuales han desaparecido, lo que hizo necesario su resguardo a través de un registro. De 2013 a la fecha se han inventariado más de 50 petroglifos, hallados en los conjuntos Ehécatl, Tláloc y el Panteón, así como en la cima del cerro y en la cueva. En todos los casos se ha obtenido información sobre el periodo y filiación cultural a partir de la ubicación y la etapa constructiva. El catálogo de que se dispone, elaborado mediante cuadros de concentración por conjunto arquitectónico, incluye los siguientes datos: número de monumento, número interno del petroglifo, contexto, etapa constructiva, ubicación geográfica, altura sobre el nivel del mar, orientación, tipo, motivo, dibujo y fotografía.
Un primer grupo de petroglifos se localiza en la ladera media del Cerro Tenismó. Estos diseños en roca se asocian directamente con estructuras arquitectónicas de los periodos Clásico y Posclásico. En tanto, en la cima del cerro se encuentra un segundo grupo.
Debido a la gran cantidad de grafismos, en este espacio se describen sólo algunos que han podido identificarse y referenciarse con posibles eventos astronómicos o deidades celestes:
Petroglifo 3. Esta representación gráfica, compuesta por un templo en cuya parte superior se halla una espiral, pertenece al conjunto el Panteón y data del periodo Clásico. La espiral fue un símbolo recurrente en casi todos los periodos culturales de Mesoamérica. Helena Barba (2000) se refiere a este simbolismo, reflejado en las construcciones redondas del México antiguo, donde el elemento circular funciona como el arquetipo que nos refiere de manera directa a una deidad. En este caso se trata de Ehécatl Quetzalcóatl, relacionado con el viento, lo que nos hace recordar el estado latente del universo antes de iniciar su movimiento creador. La autora ejemplifica con el edificio denominado “La Espiral” del sitio arqueológico de Xochitécatl, en Tlaxcala. La importancia de marcadores y petroglifos han permitido un acercamiento a la cosmovisión asociada a los elementos iconográficos más frecuentemente asociados a cuerpos o eventos astronómicos o tipos de conducta humana. En este sentido, el astrónomo Daniel Flores sugiere que las hileras de “muescas” se vinculan con el cómputo; los “meandros salpicados de puntos” son constelaciones, mientras que las “espirales y dobles espirales” se refieren a ciclos solares y lunares.
Petroglifo 4. Se trata de un círculo con una perforación concéntrica y volutas. El círculo representa a un chalchihuitl. Al respecto, Von Winning (1987) menciona que en Teotihuacán se usa este elemento como un sustituto de signos más complejos o voluminosos para simbolizar el agua. El uso de diversos tipos de volutas es muy común en todos los medios y fases del arte teotihuacano. Con frecuencia, este elemento está dispuesto en bandas horizontales y en arreglos diagonales. Por su forma, indica la superficie ondulante del agua.
Petroglifo 5. Localizado abajo del petroglifo 4, representa un encierro, el verdadero lugar para los sacrificios relacionados con Venus. Esta figura aparece en la bigotera de Tláloc, y algo similar se ha hallado en Cacaxtla (estructura A), Teotihuacán, Tetitla (pórtico 1) y Xochicalco (estela 1). La composición de los tres símbolos que conforman los petroglifos 4 y 5 —encierro, chalchihuitl y voluta— permite inferir un evento relacionado con el agua; dado el lugar en el que se encuentran, puede ser el inicio de la temporada de lluvia en relación con el movimiento de los astros. Ivan Šprajc (1988) menciona también que los alineamientos astronómicos en la arquitectura registraban fenómenos del lucero de la tarde y que éstos tienen que ver con las lluvias y con el ciclo agrícola. Por ende, entre los mayas, al menos en el Clásico y en el Posclásico Temprano, el complejo Venus-lluvia-maíz estuvo relacionado particularmente con la estrella de la tarde.
Petroglifo 8. Se identifica con la descripción que hace Von Winning del signo endentadura-rayo B, consistente en una fila de triángulos equiláteros. En Calixtlahuaca fue elaborado con la técnica del esgrafiado y se encuentra integrado al arranque del muro de la etapa teotihuacana (en Teotihuacán, el diseño se halla en el borde del mural 3, Palacio de los Jaguares). El periodo y filiación se asocian, entonces, a Teotihuacán.
Petroglifo 14. Tiene forma de asterisco o estrellita, si bien, como indica Von Winning, la disposición de las líneas y su longitud son variables. En Teotihuacán se le ha encontrado pintado con rojo o negro sobre placas adheridas a los grandes incensarios. También se le relaciona con el nudo del bulto atado. El asterisco se usa exclusivamente en contextos del dios viejo del fuego. En Calixtlahuaca está integrado al primer basamento del templo 4 (cuarta etapa de construcción), correspondiente al Posclásico Tardío del grupo mexica.
Rayo solar. Se localiza en el interior de una cueva de poca profundidad, ubicada en la ladera media del Cerro Tenismó. Este grafismo tallado en una de las paredes de la cueva es la representación de un rayo solar, semejante a los cuatro rayos del quinto círculo de la Piedra del Sol descrita por Antonio de León y Gama (2009); en ella se identifica un aro con cuatro grandes rayos solares limitando los espacios donde plumas, flamas y piedras preciosas marcan la expansión radial a todos los rumbos del cosmos. El autor lo denomina también “anillo del resplandor solar”. Yólotl González (1975) apunta que, en forma simbólica, el sol podía ser representado por el decimoséptimo signo del calendario, es decir, ollin (“movimiento”), cuya asociación con el sol se basaba seguramente en algún desplazamiento cósmico. Con base en las apreciaciones de fray Diego de Durán y González, el glifo que se encuentra al interior de la cueva es, en efecto, un rayo solar. La cueva representa la casa del sol o cuauhxicalli, de donde emana la energía, esto es, el tonal. Por lo tanto, es posible que este lugar se relacione con observaciones astronómicas relativas a eventos solsticiales practicados por los mexicas en el Posclásico Tardío.
Ehecacoxcatl. Este petroglifo se relaciona con deidades de la agricultura, ciclos agrícolas y ritos de fertilidad. Se localiza en un afloramiento rocoso en la cima del Cerro Tenismó. Se cree que esta figura iconográfica, formada por cinco lóbulos, simboliza a Venus. Semejante figura se observa en dos personajes localizados en los pilares sur y norte de la subestructura III del Palacio de Cacaxtla. De acuerdo con Šprajc, a Venus se le relaciona con el agua y la fertilidad. Aparece también como parte de los atributos iconográficos que porta Quetzalcóatl, es decir, un “ehecacoxcatl” o joyel del viento en forma de caracol en corte transversal que usa como pectoral. Tres de las principales advocaciones de Quetzalcóatl portan también esta insignia: Xólotl, “gemelo divino” que representa a Venus en su aspecto vespertino; Tlahuizcalpantecuhtli, “señor de la casa de la aurora” o, en otras palabras, Venus en su aspecto matutino, y Ehécatl, “dios del viento”.