Un ritual propio de mujeres
Los rituales de fertilidad, maternidad y propiciación de lluvias fueron tradiciones centrales de la vida indígena
Xochitécatl fue uno de los asentamientos más imponentes durante los periodos iniciales de la historia cultural de la región poblano-tlaxcalteca. Fue construido durante el periodo Formativo Medio (800-400 a.C.) sobre una elevación volcánica y podía ser visto desde todo el valle. Los edificios más importantes del sitio son la Pirámide de las Flores, el Edificio de la Serpiente y el Edificio de la Espiral. Estos tres monumentos fueron ocupados hasta el Formativo Tardío/Terminal (100 a.C.-100 d.C.), momento en el que una serie de catástrofes volcánicas del Popocatépetl azotaron la región y forzaron el abandono de los asentamientos colindantes. Después de un periodo de abandono de cinco a seis siglos, Xochitécatl es reocupado en el Epiclásico (650-900 d.C.) y se construye el Basamento de los Volcanes, el cuarto edificio más importante del sitio.
Uno de los aspectos más significativos de Xochitécatl durante Epiclásico fue su función como espacio para actividades religiosas y civiles públicas, contrariamente a Cacaxtla, que fue la sede de los poderes gobernantes y administrativos. Xochitécatl claramente se asocia con el aspecto femenino de la cosmovisión indígena, como quedó en evidencia con los descubrimientos de Mari Carmen Serra Puche y Carlos Lazcano Arce al pie de la Pirámide de las Flores. Allí, entre los años 632 y 774 antes de nuestra era, se colocaron ofrendas con más de 350 figurillas de barro y otros objetos rituales como vasijas cerámicas, representaciones de deidades y cuchillos de obsidiana. La mayoría de las figurillas son femeninas porque su vestimenta se compone de un quechquemitl, que es una manta con cuello en forma de “V” utilizada sólo por mujeres. La variedad de representaciones femeninas es extraordinaria, pues fueron personificadas embarazadas, en oración, con las manos elevadas al cielo, ancianas, cargando infantes, con partes móviles y ricamente ataviadas. En otros casos, incluso, hay bebés y cunas con bebés.
Recientemente, Juliette Testard y Mari Carmen Serra Puche volvieron a analizar estas figurillas. Encontraron que su iconografía y decoración, incluyendo las posturas, expresiones, los motivos de flores, los círculos ollin (movimiento) y la “flor-sangre”, hacen referencia a Tlazolteotl y Xochiquetzal, dos deidades nahuas que están asociadas a la fertilidad, maternidad y propiciación de lluvias. Además, otros elementos vinculados a la feminidad, descubiertos en la misma área de las ofrendas de figurillas, incluyen más de 500 malacates, que son herramientas de la producción textil, típicamente relacionada con las mujeres. Incluso, la orientación de la fachada principal de la Pirámide de las Flores es hacia el poniente, la cual también está ligada al aspecto femenino en la cosmovisión nahua.
Desconocemos quiénes colocaron las ofrendas, simplemente porque no dejaron registros escritos sobre su identidad. Probablemente fueron muchas las personas, procedentes de diversas regiones, que visitaron Xochitécatl a lo largo de los siglos. Al parecer, el objetivo principal fue rendir culto a las deidades de Xochiquetzal y Tlazoltéotl en el cerro. Quizá la pluralidad de gente que visitó esta zona sea una de las razones por la que las figurillas presentan rasgos decorativos foráneos de tradiciones culturales como la Costa del Golfo, la Cuenca de México y la región maya de Tabasco. En cualquier caso, es extraordinaria la profundidad temporal del culto a ambas diosas, la cual puede trazarse por lo menos al periodo Epiclásico en Puebla-Tlaxcala. Al estudiar el valor cultural de Xochitécatl y su papel como uno de los espacios sagrados de las poblaciones indígenas a lo largo de varios siglos, podemos entonces entender por qué debemos poner mayor énfasis en su cuidado para prolongar su preservación.