Los Colegios de Propaganda Fide se concibieron para desempeñar diversas tareas, tales como centros de aprendizaje de las lenguas nativas, seminario para novicios, estancias para los religiosos que iban de paso y cobijo para los misioneros enfermos o mayores. En suma, eran centros de instrucción y de recogimiento espiritual.
De ahí que el Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe haya tenido como principal objetivo preparar a los frailes que partieron hacia el septentrión novohispano, es decir, fue un bastión misional del cual salieron numerosos grupos de frailes que hicieron posible el avance y la evangelización de las inhóspitas tierras norteñas. Al mismo tiempo, estas acciones consolidaron la fundación de ciudades a lo largo de la ruta histórica del Camino Real de Tierra Adentro.
El inmueble pasó por varios procesos constructivos a lo largo del siglo XVIII, y para la siguiente centuria el edificio se encontraba tal como lo podemos ver ahora. Los colegios europeos y americanos fueron suprimidos por bula papal en 1908, por lo que la mayor parte del edificio quedó en el abandono. En 1917 el inmueble abrió sus puertas como Museo de Antigüedades del ex Convento de Guadalupe y su primer director fue el pintor Manuel Pastrana González. Un año después, en 1918, el presidente Venustiano Carranza le otorgó al pintor el nombramiento federal como director del mismo.
El Museo de Guadalupe es el recinto museístico más antiguo del actual estado de Zacatecas y uno de los más antiguos de nuestro país. Estamos por cumplir cien años desde su creación, y también celebramos que en 2010 fue nombrado por la UNESCO, como parte del Camino Real de Tierra Adentro, Patrimonio Cultural de la Humanidad.
El Museo de Guadalupe tiene en su acervo pictórico a los mejores pinceles del barroco novohispano; ejemplo de ello son los artistas presentes en la Escalera Regia: Nicolás Rodríguez Juárez, José de Ibarra, Miguel Cabrera y José Ríos Arnáes. Construida entre 1750 y 1770, es un espacio pletórico de elementos barrocos y al recorrerla podemos disfrutar los monumentales lienzos que visten sus muros. Esta área nos permite tener varias lecturas a partir de la obra en exhibición. Podemos hablar de un amplio repertorio temático vinculado a los lienzos, entre los que figuran la pintura barroca, la difusión que la Virgen de Guadalupe tuvo en el siglo XVIII o la biografía de los artistas. Trataremos muy brevemente estos rubros a partir de un solo lienzo: El patrocinio de la Virgen de Guadalupe, obra del más célebre pintor de la época, Miguel Cabrera, el cual resume la labor evangélica de los franciscanos en las tierras inhóspitas del septentrión novohispano. La iconografía nos da cuenta de las principales devociones franciscanas: San José y la Virgen de Guadalupe, patronos de la Nueva España, y ella, a su vez, patrona del Colegio; San Francisco de Asís, fundador de la orden; la Santísima Trinidad, y San Miguel Arcángel, patrono también de este Colegio.
En este lienzo, la Virgen de Guadalupe se ubica en el centro y une la labor franciscana en la tierra con el cielo; está sostenida por San Francisco, que funge como columna y a su vez protege con su capa a los frailes llegados de España, encabezados por fray Antoni Lináz (en el lado izquierdo del espectador). En el flanco derecho se encuentran los fundadores de este Colegio, comandados por fray Antonio Margil de Jesús.
La aparición de la Guadalupana fue, para los habitantes de gran parte de la Nueva España del siglo XVIII, una prueba fehaciente de la preferencia que tenía la Madre de Dios por esta tierra y sus hijos. Para la década de 1750, el obispo Manuel José Rubio y Salinas promovió aún más su devoción y, entre otras acciones para fortalecer el acercamiento del pueblo mexicano a ella, solicitó a Miguel Cabrera que analizara el ayate de la Virgen con la intención de determinar si era milagroso o humano. El pintor reunió a un grupo de connotados artistas y en 1756 publicó el libro Maravilla americana y conjunto de raras maravillas observadas con la dirección de las reglas del arte de la pintura en la prodigiosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, donde expuso que, tras una concienzuda inspección a la tilma guadalupana, esta pintura había sido ejecutada por manos milagrosas. Este libro es un análisis descriptivo y minucioso en torno a los diferentes aspectos técnicos y estéticos de la imagen de la Virgen de Guadalupe, que van desde la conservación inexplicable de la misma hasta lo burdo del material de su soporte, pasando por la calidad del dibujo, las proporciones de la figura, los pigmentos, el colorido, su hermosura y el simbolismo.
En el lienzo del Museo, flanqueando a la Virgen de Guadalupe, observamos dos grupos de angelillos. De lado derecho del espectador, la filacteria (cinta) lleva una inscripción en latín que dice: “Las flores aparecieron en nuestra tierra”; a la izquierda, la filacteria sostenida por los ángeles menciona: “No hizo cosa semejante en otras naciones”. Ambas inscripciones aluden al milagro de la aparición de la Virgen en México.
Para concluir, tenemos en el tercer plano del lienzo la presencia de la Santísima Trinidad, así como de San Miguel y San José. Desde la Edad Media se representó al Padre como un anciano, con barba y cabellera blancas; al Hijo tal como lo habían conocido los hombres de su tiempo, barbado como un adulto de treinta años, y finalmente el Espíritu Santo simbolizado con una paloma. Miguel Cabrera continuó respetando esta representación y tanto al Hijo como al Padre les colocó los atributos que los distinguen. Se puede observar que Cristo conserva las llagas de la Pasión en manos, pies y costado, así como la túnica roja; Dios Padre, en cambio, lleva una túnica dorada y el cetro como símbolo de su realeza. Al lado izquierdo del espectador se puede apreciar al arcángel San Miguel, con el casco y la coraza que lo distinguen como príncipe de las huestes celestiales, y también porta su espada. En el extremo derecho se observa a San José, quien carga en su lecho al Niño Jesús y que lleva la vara de almendro florecido, atributo iconográfico con el que se lo reconoce. A los pies de San José se encuentra la corona que se le suele colocar como el patrón de la Nueva España; sin embargo, por encontrarse ante la presencia de la Santísima Trinidad, se ha puesto la corona a sus pies en actitud de respeto.
Una obra de arte lleva consigo las adherencias de su viaje a través de los siglos. La pintura barroca es rica en interpretaciones, de ella podemos tener distintas lecturas, como ya hemos visto. En particular, el género de las alegorías sirvió a los pintores de la época para transmitir mensajes poderosos cuajados de simbolismos. Con la obra de arte podemos buscar pistas latentes del fenómeno histórico del momento. En este caso, El patrocinio de la Virgen de Guadalupe nos permite reorganizar nuestra percepción sobre la pintura novohispana, con la intención de descifrarla a partir del estudio de distintas interpretaciones.
El museo es innovación y renovación, avance y revolución, dinámica de un continuo proceso histórico, y el Museo de Guadalupe no es la excepción. Visitar la Escalera Regia y recorrer las salas de este espacio, emblema de la arquitectura barroca franciscana, nos traslada como un viaje en el tiempo a otra época. De ahí la importancia de conservar, proteger y difundir nuestro patrimonio. El Museo de Guadalupe resguarda tanto en su continente, como en su contenido, el patrimonio histórico y artístico del norte de México. Conservémoslo y difundámoslo.