La obra sigue la tradición de presentar a la sabiduría como una mujer pura, vestida de blanco, tocada con yelmo y sobre un carro triunfal, en alusión a Atenea, su antecedente más remoto; porta en su mano izquierda una vela que recuerda la luz y la relación del Espíritu con la materia. (1) Sobre la vela hay un triángulo símbolo en este caso del ternario cósmico. (2)
La imagen del carro como alegoría del triunfo tiene su antecedente en los esquemas de Petrarca, aplicados a Mercurio, Apolo, Venus y otros dioses olímpicos. Este elemento fue manejado en la Nueva España desde el siglo XVI y sirvió para ensalzar las virtudes teologales y a la Iglesia como institución durante toda la época colonial. En el México decimonónico se retomó la tradición de los carros triunfales para resaltar la paz, la libertad y, como en este caso, la sabiduría que se derrama sobre la tierra y los seres humanos. Es notable que a pesar de que fue realizado en el siglo XIX, el lienzo mantiene imágenes tradicionales e idealizadas de la época colonial.
(1) Jean Chevalier, Diccionario de los símbolos, p. 305.
(2) Ibídem, p. 1021.