El cáliz como símbolo de la fe cristiana se remonta al Antiguo Testamento: "Tomaré el cáliz de la salud e invocaré el nombre del Señor" (Salmos CXV, 13), sin embargo, su mayor significado lo adquiere con la Pasión de Cristo y el establecimiento de la Eucaristía como el sacramento que contiene el cuerpo y la sangre (el alma y la divinidad) de Cristo. Él instituyó la Eucaristía en la Última Cena, "cuando tomando el pan, dio gracias, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: "este es el cuerpo mío, el que será entregado por vosotros: haced esto en memoria mía". Después de cenar, tomo el cáliz y dijo: "La nueva alianza es mi sangre, la que será derramada por vosotros". (San Lucas XXII, 19-20).
En esta obra, dos ángeles portan, en una de sus manos, trigo y uvas -símbolos del pan y del vino- mientras con la otra sostienen una filacteria que enmarca el cáliz con la hostia: simbolizan también el sacramento de la Eucaristía, pues mediante la consagración en el altar, el pan y el vino se transubstancian en el cuerpo y la sangre de Cristo.