Esta advocación de la Virgen corresponde al grupo que Manuel Trens llama "Virgen orante activa", cuyos antecedentes se remontan al siglo XI con la Virgen de la Misericordia. Bajo su manto protege no sólo a sus devotos, sino también a las almas que se purifican en el fuego y que miran a María como su única esperanza.
En esta obra la Virgen viste al hábito de la orden carmelita. El gran manto es sostenido por san José, quien porta la rama de almendro florecida, en alusión a la selección divina de José como protector de María y por san Simón Stok, restaurador de la Orden, y a quien entrega la Virgen el escapulario. Tanto la Virgen como el Niño ofrecen a las ánimas, situadas en la parte inferior, el escapulario carmelitano como vía de salvación.
(1) Manuel Trens, María, iconografía de la Virgen en el arte español, p. 255.