La tradición dice que Mónica practicó desde la infancia la oración a la cual fue muy devota, ya que gracias a ella llevó una vida cristiana. Con dulzura, oraciones y buen ejemplo, la santa logró convertir al cristianismo primero a su esposo y después a su suegra. En esta obra, santa Mónica, arrodillada, ora por la conversión de su hijo Agustín, quien practicaba el maniqueísmo. Pedro de Ribadeneira dice: que Mónica "clamaba de día, y de noche sin cesar al Señor, suplicándole, que le sacase de aquella profundidad de errores y torpezas en que estaba... acudía a todas las personas, santas, doctas, y graves que hallaba, rogándoles que hablasen, enseñasen y convenciesen a su hijo, y le alumbrasen con la luz de la verdad, y católica doctrina... Otra vez... le reveló nuestro Señor que su hijo no se perdería..." (1)
En esta pintura la escena se desarrolla dentro de una capilla, donde la santa ora hincada ante la imagen de un Cristo.
Este lienzo forma parte de una serie de la vida de esta santa con los números de inventario 10-12435, 10-12437 y 10-12438.
(1) Pedro de Ribadeneira, Flos Sanctorum, t. III, pp. 25-27.