Monja coronada de la orden dominica, viste el hábito blanco sujetado a la cintura con un cinto negro; toca blanca, velo y manto negros, y sobre el pecho un rosario de cuentas negras, rematado con una cruz. En la cabeza lleva una corona de flores blancas, rojas y azules, en cuyo centro aparece una efigie de una novicia dominica, y a sus costados, dos angelillos, uno sostiene un triángulo en negro y otro un corazón. En la mano derecha tiene una pequeña escultura del Niño Jesús rodeado de flores azules, y de flores blancas y rojas en la parte inferior. El santo Niño apoya su mano derecha sobre una calavera. La monja lleva en la mano izquierda lleva un cirio decorado con un ramo de flores de varios colores. Al centro de ella, una efigie de san Francisco con el cráneo, que recuerda su reflexión sobre la muerte.
Del convento de Santa Catalina de Siena de la ciudad de Puebla surgió la fundación del convento de Santa María de Gracia en Guadalajara, en el año de 1588, y más tarde, en 1722, se fundó el convento dominico de Jesús María en la misma ciudad. Cabe señalar que durante la época colonial, existieron nueve conventos dominicos de mujeres en los actuales estados de Oaxaca, Michoacán, Jalisco, Puebla, la capital del virreinato y la villa de Córdoba.
Josefina Muriel, Conventos de monjas en la Nueva España, p. 347.