Según la leyenda, después de la muerte de la Virgen, san Miguel presentó el alma de María a Cristo, quien saludó a su Madre: "Levántate, Madre mía, paloma mía, tabernáculo de la gloria, vaso de la vida, templo celestial, levántate. Levántate, porque ese santísimo cuerpo tuyo que sin cópula carnal y sin mancha de cualquier tipo y concupiscencia concibió el mío merece quedar inmune de la desintegración que se produce en el sepulcro. En aquel instante el alma de María se aproximó a su cuerpo y éste, vivificado nuevamente, se alzó glorioso, salió de la tumba y entonces mismo, la Señora acompañada y aclamada por infinidad de ángeles, subió a los eternos tálamos." (1)
Como fue común en la representación de esta imagen, María viste túnica blanca, decorada con rosas que alude a su pureza y al triunfo contra el pecado, y manto azul tachonado de estrellas, que simbolizan la luz del cielo y la verdad. Sobre los cánones de belleza renacentista, la Virgen es representada como una mujer joven de tez blanca y cabello rubio, que se encuentra rodeada por multitud de ángeles, hecho por el cual en México desde el siglo XVI, a este tipo de iconografía se le reconoció con el nombre de Virgen de los ángeles o Santa María de todos ángeles. (2)
(1) Santiago de la Vorágine, La leyenda dorada, V.I, p. 481.
(2) Antonio María de Padua, La Madre de Dios en México, t. II, pp. 3-6.