En esta obra, a la derecha de la composición aparece santa Teresa de Ávila de rodillas, vistiendo hábito café y capa blanca, toca negra y cofia blanca; frente a ella se observa una procesión encabezada por san Nicolás de Bari, dos ángeles, un sacerdote con capa pluvial que lleva una cruz abacial y otro con ropas clericales. Los sigue un ángel de grandes alas que, al parecer, guía al resto de la procesión, formada por la Virgen María y san Ignacio de Loyola. Este último viste capa pluvial y paño de hombros. Tras el santo, dos ángeles sostienen el palio que lo cubre.
Esta escena nos remite a la historia de san Ignacio de Loyola cuando, después de muerto, las reacciones de los grandes personajes ante la noticia significaron la exaltación del fallecido. No pocos lo imaginaron ya en el cielo; en esta pintura es santa Teresa quien lo ve en las alturas presidiendo una procesión. Los jesuitas que encargaron la obra a Cabrera seguramente quisieron simbolizar la cercanía que existía entre dos personajes que buscaron la reforma de la Iglesia.
Este cuadro, que cuenta con el no. 31 como el número que le fue asignado en la serie, perteneció originalmente a la Casa Profesa de México y pasó después a formar parte de la colección de los P.P. del oratorio de San Felipe Neri, quienes la cedieron a la Compañía de Jesús. Los jesuitas la donaron el 12 de agosto de 1970 al Museo Nacional del Virreinato.
Pablo Dudon, San Ignacio de Loyola, p. 496.