Pieza
San Alonso Rodríguez
Carrasco, Gonzalo
Siglo XX
Óleo sobre tela


Alto: 61 cm
Ancho: 61 cm

San Alonso Rodríguez
INAH-Museo Nacional del Virreinato

Hermano coadjutor de la Compañía de Jesús, nació en Segovia en 1531 y murió en Palma de Mallorca en 1617. A los 10 años de edad conoció a Pedro Fabro, quien en 1541 se encontraba en Alcalá de Henares, donde Alonso realizaba sus estudios. A la muerte de su padre, en 1545, debió abandonar sus estudios y regresar a Segovia a ponerse al frente del comercio familiar. Contrajo matrimonio con María Juárez, de quien enviudó en 1562, dejándole un hijo que falleció al poco tiempo.

Durante este periodo de su vida, que él llamó "de su conversión", lo ayudó el sabio consejo del padre Luis de Santander, quien también dirigió a santa Teresa de Jesús, y quien, en 1559 entró en Segovia con otros tres religiosos de la Compañía de Jesús con el fin de fundar un colegio. Debido a su edad, 38 años, y a su precario estado de salud, le fue negada la admisión en la Compañía. San Alonso, sin desanimarse, continuó sus estudios y, finalmente, el padre provincial Antonio Cordesses, por inspiración divina, falló la cuestión diciendo: "Vaya, recibámosle para santo".

La vida de Rodríguez no se presta a relatos históricos una vez realizado su anhelo de ingresar a la Compañía. Sin embargo, una intensísima vitalidad sobrenatural es lo que constituye lo más esencial de la santidad de Rodríguez. La fama de santo de que gozaba atraía no sólo a niños y jóvenes del colegio Monte Sion, en Mallorca, sino a seglares, jesuitas, teólogos, sacerdotes y religiosos, quienes acudían al "teólogo de Dios" en busca de ayuda o consejo. Entre sus discípulos descuella el gran apóstol de los negros, san Pedro Claver, quien trató con el santo portero durante los tres años que estudió filosofía en Palma de Mallorca, y gracias a su consejo solicitó las misiones de las Indias. Alonso Rodríguez fue beatificado por León XII en 1825 y canonizado por León XIII el 15 de enero de 1888, a la par que su discípulo espiritual san Pedro Claver.

Esta obra forma parte de la serie de pinturas que realizó el padre Gonzalo Carrasco para el refectorio del ex colegio jesuita de Tepotzotlán.

Enciclopedia universal ilustrada, t. 51, pp. 1256-1257.

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