La escena representa el momento en que san Joaquín y santa Ana cumplen su promesa de dedicar al servicio del Templo, al hijo o hija que los limpiara del estigma de su esterilidad (Evangelio del Pseudo Mateo, IV).
En esta obra la Virgen aparece vestida, según indica la tradición, con túnica blanca y manto azul; lleva la cabeza descubierta aunque porta velo, libertad iconográfica que se tomaron los artistas, ya que la mujer ni siquiera siendo niña podía presentarse en el templo con la cabeza descubierta. Es de notar que apartándose de la generalidad de las pinturas novohispanas que tocan este pasaje, María está hincada frente al sumo sacerdote, quien la recibe con los brazos extendidos. Otra novedad iconográfica patente es la representación de san Joaquín, quien aparece alejado, varios escalones más abajo de su esposa.
La obra proviene del Museo Nacional de Historia.