La escena se refiere a un suceso que tuvo lugar durante la estancia de Ignacio en el colegio de Santa Bárbara. Su biógrafo relata que Ignacio convencía a los estudiantes para que dedicaran más tiempo a la vida piadosa, por lo que éstos llegaban tarde a sus clases. Con tal motivo fue amonestado por el maestro quien acabó por acusarlo con el rector Diego de Gorbea, en vista de que Ignacio había aconsejado a un muchacho que dejara el colegio y los estudios, para seguir, desnudo, a Cristo. El rector decidió entonces aplicarle lo que llaman "castigo de sala", que consistía en dar de varazos o latigazos a quienes cometían faltas contra el orden. Este castigo se llevaba a cabo en medio de una sala y a la vista de todos los alumnos. Cuando llegó el momento de castigar a Ignacio, éste se dirigió al rector para decirle que "... ninguna cosa en esta vida, le podría venir a él, más dulce y sabrosa que ser azotado y afrentado por Cristo, como ya lo había experimentado en las cárceles y cadenas donde le había puesto por la misma causa". (1) Conmovido, "...sin dejarle hablar más palabra, tómale de la mano el doctor Gorbea; llévale a la pieza donde los maestros y discípulos le estaban esperando, y súbitamente puesto allí, con admiración y espanto de todos los presentes, se arroja a los pies de Ignacio, y derramando de sus ojos afectuosas lágrimas, le pide perdón..." (2) Por esto los estudiantes aparecen aquí con varas en sus manos. Llevan puestas becas de diferentes colores, según las especialidades que cultivaban, y al centro de la composición aparecen las figuras de los protagonistas: el rector Gorbea arrodillado ante san Ignacio, quien está en actitud conciliatoria.
Esta obra forma parte de una serie realizada para el antiguo colegio jesuita de Tepotzotlán.
(1) Pedro de Ribadeneira, Vida de san Ignacio de Loyola, p. 80.
(2) Ibídem, p. 100.