Santo Tomás nació hacia 1226 (1) en el castillo de Roccasecca entre Roma y Nápoles; sus padres, Landolfo conde de Aquino y Teodora condesa de Teano, lo confiaron cuando tenía nueve años y estaba al cuidado de su tutor en Monte Casino, para ser educado en la escuela benedictina anexa al claustro. A los catorce años y, por consejo del abad, fue a la Universidad de Nápoles. A principios de 1244 se le recibió como novicio en la Orden de Hermanos Predicadores de Santo Domingo, profesando un año más tarde. Fue alumno de Alberto Magno en Colonia, donde empezó su comentario de la Ética de Aristóteles. Acompañó a Alberto a París, donde recibió el grado de bachiller en teología en 1248, y regresó en compañía de su maestro a Colonia. En 1252 volvió Tomás a París con el objeto de estudiar su doctorado. En 1257, por intervención del papa Alejandro IV fue admitido como maestro en la escuela para estudiantes selectos, adjunta a la corte papal y participó en el cabildo general de la orden dominica como representante de la provincia romana. Murió el 7 de marzo de 1274, a los cuarenta y ocho años, y fue canonizado por el papa Juan XXII en Aviñón, en 1323. Sus restos descansan desde 1367 en la iglesia de san Servín en Toulouse. El papa Pío V confirma su título de Doctor y Patrono de las Universidades, Academias, Colegios y Escuelas Católicas.
De sus múltiples escritos, los más importantes son la Summa Theologica y la Summa Contra Gentiles, escritas entre 1265 y 1272.
Santo Tomás entra en esta serie dedicada a doctores de la Iglesia en sustitución de san Gregorio, el cuarto doctor de la Iglesia latina, lo que puede hacer suponer que la serie fue pintada para los dominicos.
En esta obra el santo viste el hábito negro y blanco de la orden y presenta ancha tonsura monacal. El sol sobre el pecho sostenido por una cadena, hace alusión a su sabiduría y se relaciona con su obra Catina Aurea. (2) Como doctor de la iglesia aparece con la pluma escribiendo sobre un paquete de hojas en un atril. La apertura de Gloria con el Espíritu Santo al centro recuerda su inspiración divina.
(1) Thomas Plassmann, Vidas de santos, p. 243.
(2) Juan Ferrando Roig, Iconografía de los santos, p. 260.