Como gobernante, Antonio López de Santa Anna fue muy peculiar, ascendió al poder en muchas ocasiones (tanto grupos liberales como conservadores lo llamaban al poder: así era la confusión política), pero era común que encargara el gobierno al vicepresidente -más de una vez el liberal Valentín Gómez Farías-, mientras él se retiraba a su hacienda de Manga de Clavo, en el estado de Veracruz. Otro rasgo que identificó a Santa Anna fue su pasión por los juegos de azar, así como por la crianza de gallos para apostarlos en peleas. Aquí se lo muestra en la Feria anual de San Agustín de las Cuevas, la actual Tlalpan, que junto con San Ángel y Tacubaya eran considerados lugares de recreo y descanso.
Ahí se jugaba a la baraja, a los dados y a los albures. Se celebraban, además, comidas campestres y bailes. La música del país era muy apreciada y los músicos intentaban lucirse interpretando sones, jarabes, corridos o canciones románticas.