El ataque a la ciudad minera de Guanajuato, una de las más prósperas de la Nueva España, fue la primera gran batalla de la Guerra de Independencia. Hidalgo encabezaba un ejército popular formado por campesinos, artesanos, indios, mestizos pobres, negros y un pequeño número de criollos. Carecían de disciplina militar y su armamento estaba compuesto por picos, azadas y machetes. Sin embargo, su número superaba con mucho a los ricos propietarios de Guanajuato, quienes se refugiaron en la Alhóndiga (almacén de granos) de Granaditas, por ser un edificio de reciente construcción perfectamente fortificado.
Cuenta la tradición que, a falta de cañones, un minero apodado El Pípila (el guajolote) se puso una losa de piedra en la espalda para protegerse de las balas. Alcanzó a llegar a la puerta de la alhóndiga, la roció de chapopote y le prendió fuego. Cuando los insurgentes ingresaron al edificio encontraron resistencia armada, y entonces se produjo la matanza de los soldados realistas y de la población civil española que ahí se habían refugiado. Este sangriento episodio causó enojo y divisiones entre los jefes insurgentes, que temieron haber perdido el control sobre los miembros de su ejército.