“Construir castillos con terrazas ajardinadas”, fue la definición de felicidad que Maximiliano expresó en alguna ocasión. Profundo conocedor de la arquitectura y la jardinería palaciegas de su época, y aficionado a la botánica, en la terraza del Castillo encontró un sitio para hacer realidad su sueño.
Alrededor de este jardín íntimo, bordeado por corredores con techos ligeros sostenidos sobre delgadas columnas de hierro, Maximiliano escuchaba y dictaba su correspondencia. Al igual que en los palacios europeos de la época, el jardín interior se integraba visualmente a un parque exterior, aquí el bosque de Chapultepec.