El período entre 2300 a.C. a 100 d.C. es conocido como Preclásico o Formativo. Sus elementos, que son comunes para toda Mesoamérica, se caracterizan por la existencia de grupos sedentarios agrupados en aldeas donde la base económica fue la agricultura, complementada con la caza, pesca y recolección, así como por el inicio de la producción de cerámica, que fue la actividad artesanal más importante.
La seguridad económica basada en una economía mixta trajo consigo el aumento de la población y de algunas aldeas se desarrollaron hasta convertirse en centros ceremoniales. Hubo un desarrollo tecnológico que se aprecia en la producción de artefactos y surge también la escultura portátil y monumental, así como la arquitectura, que se inicia con la construcción de viviendas hechas con materiales perecederos, hasta la edificación de plataformas que sostienen templos.
En el aspecto social se van marcando diferencias tanto en el tipo de actividad como en jerarquía. Los cultos comunitarios se transforman hasta lograr el desarrollo de la religión institucionalizada, las primeras evidencias de dioses y el surgimiento del sacerdote que dirigía el culto.
El intercambio de mercancías y de conocimientos que se aprecia tanto dentro del Altiplano, como a la larga distancia, estimuló y unificó creencias. Pero el evento más importante entre 1200 a 600 a.C fue el desarrollo de la cultura Olmeca del Sur de Veracruz y el norte de Tabasco, cuyas manifestaciones se aprecian en gran parte de Mesoamérica, especialmente en el Altiplano Central.
Es así que el Preclásico es el tiempo que marca la cristalización de un largo proceso de adelantos tecnológicos, económicos y sociales que dieron paso a las grandes culturas mesoamericanas.
El recorrido de la sala del Preclásico comprende, además de las introducciones, dos grandes grupos, el primero y más antiguo corresponde a la etapa aldeana que abarcó aproximadamente de 2300 a 600 años a.C., y el segundo que se desarrolló entre 600 a.C. y 100 d.C., y que fue la etapa de los centros ceremoniales.