Opinión de un experto
CONCEPCIÓN DE LA MUERTE: RITOS FUNERARIOS

Concepción de la muerte

Ritos funerarios

Según las creencias tradicionales, al morir, el alma deja el cuerpo y se marcha al País de la Sombra, un lugar impuro del cual es liberada mediante ritos oficiados por sus deudos. Una vez purificada, el alma parte hacia el ámbito donde se reúne con sus ancestros para, eventualmente, retornar a esta vida y renacer en alguno de sus descendientes. El otro mundo es concebido como un reflejo del nuestro, pero ahí el orden espacial y temporal se encuentra invertido y las cosas que aquí son imperfectas, allá son perfectas.

Durante los períodos Jomon y Yayoi (aproximadamente 10,000 a.C. a 250 d.C.), los enterramientos se realizaban en urnas de barro dentro de fosas de tierra. Hacia fines del Yayoi, se erigieron los primeros montículos funerarios para los líderes religiosos y políticos.

Posteriormente, entre los siglos III y VI, el número y tamaño de los túmulos –kofun- se incrementó, sobre todo cuando el clan Yamato dominó a sus rivales y consolidó la dinastía imperial que persiste hasta la actualidad. Se han encontrado más de diez mil montículos, de ahí que este período haya sido denominado Kofun. Estas prácticas funerarias concluyeron en el siglo VIII, a raíz de la introducción del budismo y la cremación.

La cerámica de este período se caracteriza por presentar motivos ornamentales de cordones o jomon. Es probable que sea la más antigua del mundo. Para elaborarla se mezclaba arcilla con mica, plomo, fibras y conchas trituradas; fue modelada a mano con la técnica de pastillaje.

Existe una amplia variedad de formas, estilos y ornamentaciones. Al principio se ofrendaron a los difuntos vasijas de uso cotidiano, pero hacia finales del período Jomon predominaron las copas e incensarios rituales de arcilla roja, por considerarse un color sagrado con poderes mágicos.

Las figuras dogu muestran estilizadas y voluminosas formas femeninas. Es posible que representen a una deidad de la tierra y la fertilidad. Se utilizaron como amuletos protectores, en ritos propiciatorios y para curar enfermedades, ya que se tenía la creencia que absorbían simbólicamente el padecimiento.

Hacia fines del período, aparecieron dogu más aplanadas con rasgos humanos o animales; sirvieron como ofrendas funerarias en las tumbas de la elite.

Durante este periodo los enterramientos eran sarcófagos de piedra dentro de montículos de variadas formas y dimensiones. El exterior era rodeado con figuras huecas de arcilla denominadas haniwa y, en la cima se ubicaba el molde en arcilla de una casita, residencia visible para el espíritu del fallecido.

Las haniwa representan a los seres y objetos más apreciados por el difunto, así como a los personajes que gozaban de más prestigio social. Algunas evidencian el contacto con China y Corea, así como el deseo de la nobleza japonesa de vestir y comportarse como sus contrapartes asiáticas.

Túmulos funerarios

El tipo de túmulo funerario más representativo del período Kofun (siglos III-VI d.C.) consiste en un par de montículos unidos, uno circular y otro triangular, cuya imagen semeja el ojo de una cerradura.

En el interior del montículo circular se construía una cámara, llamada en japonés yokoana-shiki sekishitsu, para colocar el ataúd y las ofrendas. En las laderas del túmulo se ubicaban, en apretadas filas, las haniwa, es decir, las figurillas huecas de arcilla que protegían las tumbas y las señalaban como lugares sagrados.

En la cima del montículo se colocaba una haniwa en forma de casa, residencia visible para el espíritu del fallecido. La tapa de los ataúdes también tenía forma de casa; hasta hoy persiste la costumbre de cubrir las tumbas con una “casa para el espíritu” elaborada con papel, madera y flores.

En algunos túmulos, sobre las paredes de las antecámaras de piedra, se han encontrado relieves y pinturas que ilustran figuras humanas y animales, mientras que otros presentan dibujos geométricos y círculos concéntricos asociados con la veneración al sol. Ejemplo de ello, es la cámara número uno del túmulo de Sengonko, cuyas imágenes buscan proteger al difunto. Asimismo, la cámara del cúmulo de Ozuka presenta un patrón similar, pero en la parte superior figuran círculos amarillos que representan las estrellas; además, en las paredes que circundan la entrada, aparecen dibujos de caballos con sus jinetes. Existe la teoría de que esos animales eran los vehículos que llevaban al espíritu hacia el otro mundo; no obstante, otra versión sostiene que simplemente eran seres apreciados por el difunto en vida.

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