Chichén Itzá y lo “tolteca”…
Quizás uno de los temas que más controversia ha causado entre los estudiosos de Chichén Itzá es la presencia de ciertos rasgos y elementos que se pueden caracterizar como foráneos, los cuales están asociados a lo que se denomina cultura tolteca.
El fotógrafo y estudioso francés Desiré Charnay lo observó desde el siglo XIX (Charnay, 1885), y desde entonces la polémica continúa. En un primer momento la presencia de estos rasgos se ha explicado convencionalmente como el resultado de la conquista e invasión de grupos provenientes del centro de México de filiación tolteca (Piña Chan, 1980). Sin embargo, como señalan varios autores (Baddeley, 1983; Cohodas, 1989 y Jones, 1995), esta visión se basa en un modelo tradicional proveniente de Europa que, en síntesis, consiste en la dicotomía entre civilizados versus salvajes, donde los mayas serían una cultura con tendencias pacifistas y los toltecas una cultura por excelencia guerrera.
Esta visión ha venido cambiando a través de los años, los trabajos arqueológicos, iconográficos y epigráficos nos dan un mejor conocimiento de la sociedad maya antigua. Ahora se sabe, por ejemplo, la importancia que tuvieron la guerra, la toma de cautivos y los sacrificios entre los mayas, así como las luchas por el poder entre las diferentes élites; caso destacado es el estudio de las dinastías reales a través de la epigrafía (Schele, 1990).
Con estos elementos algunos autores (Wren y Schmidt, 1991) caracterizan a Chichén Itzá como el resultado de la confluencia y convergencia de dos regiones culturales, las cuales, en esencia, compartían una misma cosmovisión, aunque con ciertas particularidades (López Austin, 1999). Según los autores mencionados, este proceso no se produjo como resultado de una conquista tolteca en tierras mayas, sino como una concurrencia cultural de dos grupos étnicos diferentes, que formaban parte de procesos más amplios de transformaciones sociales, políticas, económicas y religiosas que corresponden y definen el periodo conocido como Posclásico Temprano en Mesoamérica, entre el 800 y 1100 d.C.