Última capital del Señorío Tarasco
Ubicada en las márgenes del Lago de Pátzcuaro, la ciudad prehispánica de Tzintzuntzan era sin duda una de las poblaciones más importantes a la llegada de los españoles en el siglo XVI, pues además de capital del Señorío Tarasco, desde aquí se tomaban las decisiones políticas, económicas y religiosas de mayor consideración.
Las excavaciones sistemáticas en esta importante zona arqueológica iniciaron a finales del siglo XIX, con los trabajos realizados por el sabio michoacano Nicolás León, y continuaron a finales de los años treinta por el recién fundado Instituto Nacional de Antropología e Historia. Durante múltiples temporadas de investigación, hasta el presente, estas tareas han sido dirigidas por algunos de los arqueólogos mexicanos más notables: Alfonso Caso, Daniel Rubín de la Borbolla, Román Piña Chan y Arturo Oliveros.
La antigua ciudad de Tzintzuntzan se distribuye en amplias terrazas y grandes plataformas que se van acomodando en las laderas de los cerros Yahuarato y Tariáqueri, sobre las que se desplantan relevantes estructuras arqueológicas, en una extensión estimada de 674 hectáreas y con una población que se calcula, al momento de la llegada de los españoles, en alrededor de 30,000 personas. Las fuentes históricas describen una ciudad con templos, un imponente palacio donde habitaba el cazonci, y numerosos edificios donde se desarrollaban múltiples oficios. Desafortunadamente, aún falta mucha investigación para entender la totalidad de la ciudad, ya que hasta ahora se ha centrado en una pequeña parte: la zona donde se levantan las estructuras monumentales.
Una particularidad de Tzintzuntzan, y en general del Señorío Tarasco, es que podemos trazar más o menos una genealogía de los señores tarascos. Comienza con Tariácuri —héroe cultural de este grupo—, hijo de Pauácume y de una mujer de Xarácuaro —isla menor del Lago de Pátzcuaro—, quien tras múltiples conflictos con los señores de Curinguaro y otros señores menores de las islas y alrededor del lago, logró finalmente tomar posesión de Pátzcuaro para sí y para su gente. Esto dio inicio a un largo proceso de guerras y alianzas que caracterizarían la conformación de Señorío Tarasco. Después de múltiples batallas, fue en el monte Thiuapu donde Tariácuri, ya señor de Pátzcuaro, reunió a sus dos sobrinos, Hirípan y Tangáxoan, así como a su hijo Hiquingaje, y los designó como señores y sucesores de sus conquistas. Al primero le dejó Ihuatzio; al segundo, Tzintzuntzán y, a su hijo, la ciudad de Pátzcuaro.
Hirípan se convirtió en el personaje más influyente. Estableció su capital en Ihuatzio, y llevó desde Pátzcuaro las imágenes de su dios principal, Curicaueri. A la muerte de Hirípan, señor de Ihuatzio, Tzintzuntzan pasó a ser la ciudad más poderosa en la primera mitad del siglo XV. Tangánxoan I (?-1454) fue quien, según la Relación de Michoacán, por órdenes de la diosa Xaratanga “reedificó” este poblado, pues al parecer había estado en el abandono y se había olvidado el culto a la diosa.
Tras la muerte de Tangánxoan lo sucedió Tzitzispandácuare (1454-1479) como señor de Tzintzuntzan. Se ocupó en primer término de trasladar a la ciudad, junto con sus ofrendas, a Curicaueri, el dios principal de los tarascos. Es él quien logró que su señorío se extendiera hacia otras zonas, pues hizo entradas a los valles de Toluca y Xocotilán, así como a la Tierra Caliente, Colima y Zacatula, esta última en el estado de Guerrero. Su descendiente Zuangua (1479-1520) continuó el proceso de ampliación del señorío y consolidó los límites de éste. Zuangua se enteró de la llegada de los españoles a Tenochtitlan, pero murió antes del arribo de los hispanos a Michoacán. Fue Tzinzincha Tangánxoan II (1510-1530), que era muy joven, quien recibió a los españoles y murió a manos de ellos.
Michoacán se convirtió en base de expediciones para la conquista del occidente de México por parte de los españoles, y la ciudad de Tzintzuntzan permaneció habitada. En ella convivieron españoles, conquistadores y religiosos con la nobleza uacúsecha y el pueblo purépecha. Tras la llegada de Vasco de Quiroga, y después de tomar posesión de la diócesis de Michoacán en 1538, decidió cambiar la sede episcopal a Pátzcuaro, así como el título de ciudad de Michoacán que hasta entonces ostentaba Tzintzuntzan, con lo que paulatinamente empezó a perder su importancia como sede política.