El sitio prehispánico de Chicanná registra una ocupación que se remonta de manera marginal a los periodos Preclásico Medio y Tardío, pero no es sino hasta el Clásico Temprano cuando cuenta con actividad constructiva de mampostería. No obstante, es durante los periodos Clásico Tardío y Terminal cuando Chicanná manifiesta un sensible incremento en todo sentido, es decir, las estructuras representativas de la zona se remontan a esta época y las cantidades de cerámicas y herramientas de lítica son más abundantes en relación con los periodos previos, lo cual indica el auge de la comunidad, sobre todo en lo concerniente a los aspectos económico y político e, incluso, el aumento demográfico.
Este sitio es considerado por muchos investigadores como un centro élite de la región Río Bec para finales del Clásico, aunque sin llegar a la monumentalidad de los edificios de Becán u otras zonas arqueológicas del área. Se cree que en Chicanná residía un linaje de segundo nivel pero de gran importancia para la región, que gozó de cuantiosos privilegios políticos y económicos. De hecho, Becán se sitúa a menos de 3 km de distancia y destaca como el centro hegemónico de la región Río Bec. Aunado a ello, en Becán y Chicanná se han encontrado productos importados de valía en cantidades considerables.
A diferencia de la gran mayoría de los asentamientos de la región que sufren una sensible desocupación posterior al periodo Clásico Tardío, en Chicanná, al igual que en Becán, las actividades humanas continúan con fuerza durante el Clásico Terminal e, incluso, se ven revitalizadas, como lo atestigua la evidencia material recuperada que las define como partícipes en las redes de intercambio comercial. A ellas llegaban objetos suntuarios desde zonas muy distantes de Mesoamérica, por ejemplo vasijas de pastas finas procedentes de la región del Usumacinta medio y vasijas plomizas de la costa del Pacífico de Guatemala, así como de alabastro, muelas de basalto y navajillas prismáticas de obsidiana de áreas volcánicas.