Con una personalidad atractiva, aunque elusiva, Winfield Scott no fue un fotógrafo diferente del prototipo que invadió la escena mexicana en el siglo pasado. Como sus contemporáneos, se convirtió en un hombre de negocios, decidido y emprendedor, cualidades que exhiben el espíritu que se hallaba en boga a finales del siglo pasado a causa de los ideales románticos — trashumantes llenos de heroicas quimeras que, con una determinación infatigable, se atrevieron a recorrer con su cámara tierras inhóspitas; viajeros incansables, sentimentales y soñadores que se embarcaron en arriesgadas empresas o que abandonaron sus profesiones para hacer fortuna con la revolución que el nuevo medio de reproducción prometía.
Photorgaphs
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