En el Primer Cuadro, el Estado emprendía una ambivalente política de monumentalización. Por ejemplo, la destrucción del Portal de las Flores, que bordeaba la Plaza Mayor desde los primeros tiempos de la colonia, se justificaba por la apertura de la avenida 20 de Noviembre. Pero al mismo tiempo se iniciaba la "historización" del centro, mediante la imposición de un toque "neocolonial" a edificios públicos como el Palacio Nacional o la nueva sede del ayuntamiento. Por otro lado, dieron inicio las primeras declaratorias de protección de zonas y monumentos históricos, apoyadas en el registro fotográfico de Manuel Ramos y sus colegas. Mientras tanto, se renovaban las tiendas y florecían los anuncios publicitarios para las últimas tecnologías de información-comunicación de entonces: el cine y el tocadiscos. La construcción de los primeros rascacielos en el costado sur de la Alameda confirmaba el progresivo traslado de la centralidad económica hacia el poniente de la ciudad. En 1936, el Hotel Regis parecía tan moderno como el Sheraton Centro Histórico en 2004, y el Monumento a la Revolución representaba la vanguardia estética de un nuevo régimen político. Lo que se documenta aquí es el inicio de la paradójica modernización del centro que nos llevó a caracterizarlo como histórico.
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