En esta sala se observan los aspectos principales de la preponderancia que mantuvo Culhuacán como centro ceremonial, pues a pesar de su condición tributaria por el dominio de México-Tenochtitlan, era considerado un pueblo de gran influencia en todos los señoríos de la zona lacustre. Es así como destacan piezas de gran valor por su originalidad como la diosa Chicomecóatl (siete serpiente) o las mazorcas de maíz esculpidas en basalto volcánico, así como objetos de barro moldeados que eran ofrendados en las fiestas dedicadas a los cultos de la fertilidad, la agricultura y el agua.
Se encuentran también elementos de la vida cotidiana y doméstica, sobre todo los oficios tradicionales que desarrollaron con maestría los culhuacanos tales como la lapidaria (el pulido y tallado en piedra), la cestería y, desde luego, la agricultura chinampera, además de la extracción de sal.