Este era el espacio en el que se convivía con los amigos y parientes en visitas informales, donde transcurrían las tardes de las familias novohispanas; madre e hijas bordaban y quizás decoraban una casa en miniatura muy similar a la que ellas mismas habitaban y donde, a manera de pasatiempo, solía tocarse la guitarra, la vihuela, la mandolina o el clavecín, se leía en voz alta y se practicaba el arte de la conversación.
En esta sala se colocaba el nacimiento, llamado en esa época Belén o Misterio, con San José, la Virgen y el niño, todos hermosamente tallados.
Si todavía hoy en algunos lugares de provincia suele responderse “no asiste” a quien busca sin fortuna a una persona en su casa, el hecho se debe a la antigua tradición de la sala de asistencia, sitio de recepción en el que, por cierto, solía tomarse el espumoso chocolate con roscas y panes de manteca.
Es muy probable que Ignacio de Allende haya recibido aquí a sus amigos más cercanos, entre ellos a su cuñado Juan María de Lanzagorta, Mariano Abasolo, Ignacio y Juan Aldama, Narciso María Loreto de la Canal, Luis y Miguel Malo, Felipe González y los hermanos Humarán.