Opinión de un experto
Sepulcro de los años, xiuhmolpilli y la ceremonia del Fuego Nuevo
En la época prehispánica, el comienzo de una unidad de tiempo o ciclo calendárico se celebraba cada 52 años, cuando coincidía el inicio de los dos calendarios: el solar o xiuhpolhualli y el ritual o tonalpohualli. A esta conmemoración le nombraban xiuhmolpilli (atadura de años) que significaba por un lado, dar por acabado un tiempo y por otro, el inicio de un ciclo y el momento del nacimiento del sol y renacimiento del mundo.

Sin duda, la finalización de un ciclo calendárico en cualquier cultura genera incertidumbre e incluso temor. La población prehispánica temía que al terminar el ciclo de 52 años, terminaría la vida, imaginaba que el sol no saldría más y que el mundo desaparecería. A esta calamidad se sumaba la idea de que los tzitzimime, seres descarnados que intentaban destruir el mundo e impedir el nacimiento del sol, devorarían a la humanidad; por eso, como medida preventiva protegían con máscaras a los niños y a las mujeres embarazadas.

Para evitar la catástrofe del fin del ciclo, al llegar el último día, las familias destruían sus pertenencias, las imágenes de sus dioses y los utensilios de la casa; apagaban el fuego y permanecían en tinieblas y a la expectativa dentro de sus hogares. Mientras tanto, los sacerdotes daban inicio a la ceremonia de Toxiuhmilpilia o atamiento de los años con una procesión hacia el Huizachtépetl, lugar conocido ahora como cerro de la Estrella, donde se encendería el fuego nuevo.

En el Códice Borbónico se ilustra cómo se llevaba a cabo esta ceremonia; en el lado izquierdo de la lámina se ve la procesión de sacerdotes cargando su atado de cañas, dirigiéndose hacia el templo, en el centro, a los cuatro encargados de encender la hoguera sagrada para renovar el fuego con el que se habría de regenerar el tiempo e iniciar un nuevo ciclo de 52 años. Del lado derecho de la lámina se ve a las familias dentro de sus hogares portando las máscaras para protegerse. Finalmente, en la parte superior se encuentra el signo 2 caña, fecha de celebración del Fuego Nuevo y del nacimiento de Huitzilopochtli, por esta razón, esta deidad y su templo también están pintadas en la parte superior de la plancha del códice (figura 1).

Una vez encendida la hoguera, de sus llamas se distribuía el fuego a los templos y a las casas de todos los barrios. Así, la celebración terminaba al siguiente día con una festividad para celebrar el nacimiento del sol y con los festejos en honor del dios Huitzilopochtli.

En la sala de exposición permanente del Museo Xólotl, se muestran elementos arqueológicos relacionados con esta ceremonia de renovación del ciclo calendárico: un Altar o sepulcro de los años, una escultura cilíndrica que representa los ciclos muertos y la reproducción de una pintura mural que fue desprendida de un pequeño altar localizado en la plataforma frontal del monumento.

Altar o tumba de los años en el Museo Xólotl

El altar está formado por sillares de tezontle en donde están esculpidas alternadamente figuras de cráneos humanos de perfil y huesos largos cruzados (omicallo). Indudablemente, estas figuras estaban relacionadas con la muerte, pero además se encuentran colocadas encima de una cuerda, lo cual simboliza el atado (figura 2 y 3). Por otro lado, en un altar semejante a este, descubierto por Leopoldo Batres en el centro de la Ciudad de México, se encontraron en su interior dos esculturas cilíndricas que representan los atados de cañas utilizados en las ceremonias del Fuego Nuevo; esto permitió interpretar que este tipo de altares estuvieron dedicados al sepulcro del tiempo perecido (figura 4).

Escultura Xiuhmolpilli representación de los ciclos muertos

Este tipo de esculturas cilíndricas que semeja el atado de cañas que se quemaba en la ceremonia del Fuego Nuevo, es llamado comúnmente xiumolpilli por su relación con esta ceremonia. La escultura que se encuentra en el Museo Xólotl, tiene en los extremos la representación de la cinta que mantenía atadas las cañas y en el centro, dos huellas de desgaste cónico donde posiblemente se hacía la fricción, con algún objeto punzante, para producir el fuego (figura 5).

Pintura mural del Altar o sepulcro de los cráneos

La pintura se relaciona con el ciclo de los años porque además de sus elementos iconográficos —cráneos y huesos cruzados— fue encontrada en el interior del pequeño altar localizado en la plataforma frontal del gran basamento de Tenayuca. De la misma forma, este altar, tiene representaciones de cráneos y huesos largos cruzados en tres de sus lados (figura 7). No hay duda de que las representaciones de ambos están relacionadas con la muerte; sin embargo no es una representación ordinaria de la muerte; sino de la representación simbólica de los años o los ciclos perecidos. Cuando fue descubierto, en 1925, con excepción de la pintura, no se encontró, ningún otro elemento en su interior, por lo que existe la posibilidad de que el atado de cañas colocado en este altar haya sido de materiales perecederos.
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Figura 1. Lámina 34 del Códice Borbónico donde se representa la ceremonia del Fuego Nuevo.
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Figura 2. Altar o tumba de los años.
cuadrete
Figura 3. Cuadrete con la representación de cráneos y huesos cruzados (omicallo).
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Figura 4. Altar de encontrado por Leopoldo Batres en el Centro de la Ciudad de México.
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Figura 5. Escultura de Xiuhmolpilli del Museo Xólotl.
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Figura 6. El altar sepulcro o altar de las calaveras
Es una pequeña construcción de forma rectangular que se encuentra al frente del basamento del Templo Mayor. En el exterior resaltan los cráneos esculpidos así como cuadretes con la representación de huesos cruzados u omicallos.
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Figura. 7. La pintura tiene representaciones de cráneos y huesos cruzados
Formados en hilera sobre una cuerda. Los huesos están pintados de color blanco y están delimitados con líneas negras. Un aspecto que llama la atención es que hay líneas rojas en el centro de los huesos cruzados, representando la sangre.
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