Opinión de un experto
La historia del pueblo tlaxcalteca en un recinto extraordinario

El Museo Regional de Tlaxcala se ubica en el magnífico edificio que albergó el convento franciscano de la Asunción en la ciudad de Tlaxcala. El inmueble destaca por ser uno de los primeros cuatro conventos construidos en el territorio de la Nueva España después de la conquista armada por Hernán Cortés. En este conjunto sobresalen el majestuoso atrio que aún conserva dos capillas posas y la capilla del Santo Sepulcro. También existe todavía el paso de ronda o pasadizo que une el espacio conventual con una torre aislada.

El templo (hoy Catedral de Nuestra Señora de la Asunción) es uno de los más bellos ejemplos del estilo mudéjar que se conservan en América. La nave es de una sencillez extraordinaria; posteriormente le fueron agregadas una serie de capillas para el culto de la sociedad tlaxcalteca. Se distingue la capilla de la Tercera Orden, donde se resguarda lo que, según la tradición, es el púlpito desde donde se predicó por primera vez el evangelio en tierra firme, y la pila donde se asegura que fueron bautizados los cuatro tlatoque (plural de tlatoani, “señor”) de Tlaxcala. El altar mayor es de buena manufactura y está rematado por una pintura del siglo XVIII que ilustra el bautismo de los señores de esta zona.

Volviendo al edificio conventual, es atípico, pues se localiza al lado izquierdo del templo, cuando lo común es que lo encontremos del lado derecho. El lugar ha sufrido distintas modificaciones a lo largo de su historia, y junto con ello ha servido para distintos usos: convento, escuela para los hijos de los señores nobles, cuartel, presidio y, en la actualidad, Museo Regional de Tlaxcala.

El recinto cuenta con espacios donde se puede observar la paleofauna de la entidad e interactuar con el medio ambiente. En la sala de arqueología destacan artefactos prehispánicos hallados durante las excavaciones, tanto en zonas arqueológicas como en rescates, cuando se realizaron los trabajos de infraestructura. Las salas de Conquista y Virreinato permiten entender el papel que desempeñaron los tlaxcaltecas en el proceso de conquista y evangelización del territorio que después se denominó Nueva España, además de reproducir una serie de documentos que dan cuenta de los procesos de cambio que generaron la formación de una identidad propia de los pueblos tlaxcaltecas a lo largo de su historia.

Mención especial requiere la sala de San Antonio, donde a partir de una muestra de pinturas de gran formato nos podemos dar cuenta de la importancia que tuvo este santo en la vida doméstica de este convento, pues los cuadros formaban parte de él. La siguiente sala lleva al público por un recorrido a través de la sociedad, economía y relaciones de poder entre los distintos niveles de la sociedad tlaxcalteca, y el recorrido concluye con el tema de la Revolución mexicana a partir de un video y un impresionante foto-mural de la estación de ferrocarril de Apizaco.

Saliendo de las salas, el visitante puede apreciar el claustro alto, desde donde se observa la magnífica fuente octagonal que se ubica en el claustro bajo, y el jardín que se localiza en el área de servicios del museo. Cuando uno sale al jardín y levanta la mirada, puede apreciar el reloj de sol que se encuentra en el cruce del muro sur con el poniente; aunque no es original, su presencia nos recuerda la importancia que debió tener la medición del tiempo en un sitio como este. Aquí también destaca la importancia de la captación del agua para el uso y consumo de los moradores, pues en el muro sur, entre la biblioteca y el taller de restauración, se encuentra una pileta donde se podía captar agua a partir de las filtraciones que el convento permitía. Cabe señalar que en la época prehispánica a este sitio se le conocía como Chalchihuapan, y aquí se adoraba a Chalchiuhtlicue, diosa de las aguas terrestres y consorte de Tláloc.

Concluimos nuestro recorrido con un vistazo a la biblioteca Dr. Andrés Angulo, misma que se especializa en antropología e historia, y se ubica en lo que fueran las galeras del presidio que funcionó a partir del primer cuarto del siglo XX; conserva muchos fragmento de pintura mural de los siglos XVI al XIX.

Al despedirnos del museo no podemos dejar de apreciar la plaza de toros Jorge “Ranchero” Aguilar, construida hacia la primera mitad del siglo XIX, lo que la convierte en una de las más antiguas en su tipo. El lugar donde se levanta fue el atrio de peregrinos y asiento del Hospital de la Encarnación, uno de los más antiguos en la Nueva España. Regresamos entonces al centro de la ciudad a través de la calzada de San Francisco, estupendo ejemplo que conecta la magia y misticismo del convento con el bullicio de la urbe.

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