La escena principal de esta obra se inspira en el texto que narra: "Estando todavía en Manresa... aconteció que un día de un sábado, a la hora de completas, quedó tan enajenado de todos sus sentidos, que hallándose así, algunos hombres devotos y mujeres lo tuvieron por muerto. Y sin duda le metieran como difunto en la sepultura, si uno dellos no cayera mirándole el pulso, y tocarle al corazón, que todavía, aunque muy flacamente, le latía". (1)

Villalpando representó a san Ignacio recostado sobre una estera de palma que recuerda los petates mexicanos, como lo anotó Francisco de la Maza. (2) Las personas que observan al santo son hombres, no mujeres, como menciona el texto; en cambio hay dos niños. La escena se ve enriquecida con el árbol genealógico de la Orden, que brota del pecho del santo, y en cuya fronda salen de unas rosas, varios santos jesuitas. La imagen de san Francisco Javier es claramente reconocible en la primera flor del árbol.

En el extremo izquierdo el pintor representó al santo escribiendo los Ejercicios espirituales que según Ribadeneira fueron redactados por Ignacio en la temporada que estuvo en Manresa. Otros dos niños aparecen en el extremo derecho del lienzo.

Esta obra forma parte de una serie realizada para el antiguo colegio jesuita de Tepotzotlán.

(1) Pedro de Ribadeneira, Vida de san Ignacio de Loyola, pp. 49-50.