La escena representa el momento en que la Virgen, de tan sólo tres años, sube los peldaños del templo e ingresa en él para servir a Dios. El episodio está narrado en el Evangelio del Pseudo Mateo, que trata la natividad de María. En el texto se dice que la Virgen subió tan rápido las quince gradas de acceso al templo, que no tuvo tiempo de volver la vista atrás, ni siquiera sintió añoranza por sus padres, de lo cual todo el mundo se admiró. En esta obra la Virgen aparenta más de tres años; la túnica blanca que viste simboliza su pureza, y el manto azul, su sabiduría. Es recibida por Zacarías, sumo sacerdote del templo, quien viste según el texto citado, túnica blanca decorada con los ojos de Yahvé, sobreveste azul, efod de lino carmesí, púrpura y oro, y sobre su pecho el racero. Va tocado con tiara judía.

Las quince gradas mencionadas en el evangelio apócrifo, que deben mirar al oriente, se relacionan con los salmos graduales. Se han reducido a diez, moda pictórica impuesta a partir del Renacimiento, y se añaden otros elementos, por ejemplo las flores. En esta obra es notable la solución arquitectónica del fondo.

El pasaje conocido como La presentación de la Virgen al Templo, es uno de los más recurrentes del arte cristiano y es muy celebrado por las liturgias latina, oriental y bizantina.

Esta pintura forma parte de una serie mariana de nueve cuadros, realizados por Juan Rodríguez Juárez para decorar los muros del claustro alto del Patio de los Naranjos, del Colegio Jesuita de Tepotzotlán.