Este cuadro plasma un tema recurrente en la pintura, la Última Cena. Durante el siglo XIX, las pinturas con temáticas religiosas no fueron tan constantes como en el virreinato, ya que se popularizaron otros géneros como el paisaje, la pintura histórica, el retrato civil o la naturaleza muerta. En este caso, la escena se representa de manera tradicional con Cristo rodeado de sus discípulos.
Cuando el pintor, como en este caso, decide colocar a san Juan Evangelista posando su cabeza en el hombro de su Maestro, alude al momento en el que Cristo recién acaba de anunciar a sus apóstoles que entre ellos está un traidor. Tal como los Evangelios lo describen, san Juan se reclinó sobre Jesús para preguntarle quién era el traidor.
En un primer plano, vestido con una túnica color claro y pintado de perfil, está Judas quien está sentado frente a Jesús, que bendice el pan y el vino.