En los Colegios de Propaganda Fide se impartían tres cursos obligatorios: teología, artes o filosofía y gramática. Especial énfasis se le dio a los estudios teológicos, considerados indispensables para la formación de quienes evangelizarían a los infieles. Uno de los autores más estudiados fue un santo franciscano llamado san Buenaventura conocido también como el “Doctor Seráfico”, sobre todo por su libro Espejo de disciplina regular.
Por su importancia, el salón de teología debía ubicarse en el claustro, dentro del núcleo principal del Colegio; asimismo se colocó una “tribuna chica” para que los frailes enfermos o ancianos pudieran seguir los oficios religiosos sin bajar al templo.