Pieza
Francisco castigado por su padre
INAH-Mediateca/Enrique Garza
Cuando Francisco inició su conversión tomó su caballo y ricas telas  para dirigirse a la ciudad de Foligno, donde vendió su carga. En Asís se hablaba de “su locura” y era,  bien sabido que por donde caminaba andrajoso y pidiendo limosna, la gente se burlaba de él. Al enterarse de ello su padre  lo tomó por la fuerza y lo llevó a su casa; donde lo sometió a un riguroso ayuno de pan y agua, creyendo que así  pondría fin a su desquiciamiento. A pesar de todo, Francisco dijo que  “nada en el mundo lo haría renunciar a su nuevo método de vida”.  

Antiguamente se tenía la creencia de que los azotes servían para aliviar la locura, de ahí que Pedro Bernardone golpeé a su hijo para obligarlo a volver a su vida de rico caballero. Obsérvese que san Francisco está atado a un cepo, instrumento de tortura, utilizado  para exhibir al condenado en una plaza pública.

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