Opinión de un experto
El antiguo Cerro de los Edificios
Los espacios arquitectónicos de La Quemada

Al caminar por la actual zona de monumentos arqueológicos de La Quemada, se pueden apreciar restos de distintas construcciones correspondientes a una gran ciudad prehispánica. El visitante identifica edificaciones famosas como el Salón de las Columnas, la cancha para el juego de pelota, la Pirámide Votiva o la Muralla. También aparecen otras estructuras, que se redescubren al comenzar a imaginar cómo era este lugar en su momento de mayor esplendor, y surgen varias interrogantes sobre la forma que tenía esta ciudad, es decir, cómo era la circulación de las personas por el lugar, quiénes transitaban por esas calles, cómo estaban decorados los edificios, cuál era la función de cada uno de ellos, preguntas que a su vez despiertan otras inquietudes sobre el lugar.

Dichas interrogantes se manifestaron desde el arribo de los europeos al lugar, en el siglo XVI, y continúan en la actualidad entre exploradores e investigadores, que tratan de comprender este testimonio del pasado. No es extraño que a La Quemada se le denominara el “Cerro de los edificios”, debido a que cuando los viajeros pasaban por el Valle de Malpaso veían a lo lejos un cerro lleno de construcciones de un pasado remoto. Las descripciones del periodo novohispano muestran a religiosos y militares maravillados con las grandes edificaciones que aún se conservaban en pie, señalando espacios como las plazas, calles, templos, palacios y calzadas. En el siglo XIX se realizaron levantamientos topográficos y magnificas litografías, así como excelentes descripciones de los distintos edificios que permiten en la actualidad vislumbrar la distribución urbana y arquitectónica de la ciudad. Sin duda los trabajos arqueológicos emprendidos formalmente a principios del siglo XX, y que continúan hasta el día de hoy, han permitido entender la forma y funcionamiento de esta ciudad prehispánica.

Para comenzar a conocer este antiguo asentamiento mesoamericano es necesario imaginar en primer instancia el cerro en su estado natural, es decir, cuando aún conservaba su capa vegetal y relieve, y estaba poblado por distintas especies animales. Este espacio se fue transformado poco a poco, desde el momento en que se ahuyentó a la fauna, liberó de vegetación y preparó el terreno para la construcción de pequeñas edificaciones. Los materiales obtenidos en estas tareas se reutilizaron en las obras para adecuar los espacios; por ejemplo, las tierras y algunas rocas se emplearon para nivelar del terreno, otras rocas se trabajaron para colocarlas en las edificaciones, y la madera de algunos árboles como el pino se ocuparon para la cimbra y los techos.

Una característica visible en las primeras edificaciones es el aprovechamiento de la roca madre del cerro, la cual fue labrada para integrarla a las cimentaciones o plataformas. Posteriormente, al crecer el asentamiento prehispánico, estas primeras estructuras fueron cubiertas por nuevas terrazas donde se construyeron espacios privado reutilizado las primeras construcciones como parte del relleno.

Con base en lo anterior, se pueden apreciar cinco niveles de ocupación en el cerro. En la parte sur, donde la pendiente es más suave, se formó una gran terraza de nivelación aprovechando la amplitud y el fácil acceso. En este espacio se levantaron los edificios de carácter público: el Salón de las Columnas, la Plaza Principal, la cancha para el juego de la pelota y la Pirámide Votiva. A ellos podía acceder todo tipo de personas para observar y participar en las distintas ceremonias dedicadas a sus antiguas deidades, como se advierte por la gran calzada que ingresa al asentamiento prehispánico por la parte poniente de la plaza principal.

El segundo, tercero y cuarto niveles corresponden a las áreas privadas, a las que sólo tenían acceso los gobernantes, sacerdotes y la clase alta, junto con su servidumbre. En el segundo nivel existen un área habitacional con patios centrales donde residían las principales autoridades del sitio. Otros espacios se componen de plataformas habitacionales con plaza central y basamento piramidal, donde vivían grupos especializados como comerciantes, artesanos o astrónomos, o quizás grupos familiares vinculados con las élites gobernantes.

El tercer nivel corresponde a una gran plaza para ceremonias privadas; al centro está un altar, y al norte de la plaza hay un basamento piramidal único en el sitio, debido a que presenta una forma escalonada en contraste con los basamentos piramidales que son de un solo cuerpo.

Al norte del cerro se localiza un conjunto particular denominado La Ciudadela, por la albarrada que delimita el espacio para resaltar su carácter sagrado. Una calzada comunica desde la parte media del cerro hasta la plaza principal, donde además existe un altar central de grandes dimensiones, un basamento piramidal y un enorme salón que durante su ocupación tuvo soportes de madera emulando al Salón de las Columnas del primer nivel.

Al salir de este espacio sagrado por el costado noreste, una gran escalinata conduce a una cancha menor para el juego de pelota, y cerca de ésta existe una edificación cuya función aún se desconoce. Este sector está limitado por una imponente muralla de tres metros de alto y tres metros de ancho, la cual protege toda esta parte y desaparece donde los acantilados impiden el acceso al sitio.

Sin duda estas obras fueron debidamente planificadas por especialistas y debidamente autorizadas por un gobernante que ejercía su poder sobre la población, de donde provenía la mano de obra y los recursos para la subsistencia. Factores importantes en la selección del lugar fueron la ubicación estratégica del cerro, ya que desde este lugar se observa todo el valle; está cerca de una fuente de agua —el río Malpaso, antiguamente denominado La Partida— y, finalmente, el simbolismo religioso de la montaña sagrada.
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